El surgimiento de destilerías artesanales es la fuerza que impulsa esta tendencia. Se trata de una pasión que lleva al destilador a centrarse en cada gota que produce, para crear una ginebra con una personalidad única. Esta historia humana es el motivo fundamental por el que los consumidores se implican con los productos.
Al contrario que el whisky o el vodka, la ginebra nace para mezclarla. La extensa variedad de sabores y el uso multifuncional en cócteles la convierten en el licor de elección de cualquier barman. Esta tendencia y su eco entre los consumidores, especialmente de la generación del milenio, convirtió esta bebida en licor del año en 2016. Incluso hay quienes vaticinan que las ventas llegarán a superar al whisky en 2020.